domingo, 7 de diciembre de 2008

Los 12 trabajos de Hércules

Los 12 trabajos de Hércules
El verdadero nombre de Hércules era Heracles que quiere decir “gloria de Hera”, la diosa que tanto lo odió, y por cuya causa hubo de correr tantos peligros y realizar tan increíbles proezas.
Hércules era hijo del mismo Zeus que había engañado a Alcmena (madre de Hércules) tomando la figura de éste.
Así pues Hércules había heredado la fuerza prodigiosa de su padre, Zeus.
Cuando Hércules era bebé y dormía en su cuna, Hera (la celosa esposa de Zeus) le puso dos serpientes para que le mataran pero Hércules las estranguló con sus propias manos.
Cuando Hércules creció y Hera vertió en su copa un veneno que lo enloqueció y, tan loco se volvió, que mató a su mujer y sus propios hijos confundiéndolos con enemigos.
Zeus obligó a Hera que devolviera la razón a Hércules pero Hércules fue castigado por matar a su familia (aunque la verdadera culpa fue de Hera) a servir de esclavo durante 12 duros años a su primo Euristeo, rey de Micenas.
Éste que quería quitárselo de encima le mando los “doce trabajos de Hércules”.

El león de Nemea
Primer trabajo de Hércules. Euristeo le ordenó que diera muerte al león de Nemea, una fiera con piel dura como una piedra y que por de día se escondía y por la noche mataba a todo ser viviente que se cruzaba por su camino.
Hércules intentó matarlo con algunas armas que llevaba para la ocasión pero, viendo que éstas no hacían ningún efecto, lo cogió por las patas traseras y, después de darle porrazos contra la pared hasta que quedó atontado, lo estranguló y una vez muertos le sacó la piel con las propias garras del cadáver y se la puso encima en forma de coraza.

La hidra de Lerna
Segundo trabajo de Hércules. Debía matar a la hidra de Lerna; un monstruo con cuerpo de serpiente, garras de dragón y dorso cubierto con duras escamas, y tenía siete cabezas, cuyas siete bocas vomitaban fuego y azufre. Una de las cabezas tenía láminas de oro y se decía que era inmortal.
Hércules le cortó una cabeza pero ésta se regeneró y la sangre que manaba al caer al suelo se convertía en escorpiones y serpientes.
Hércules le pidió a su sobrino que prendiera fuego al bosque más cercano y le pidió que trajera tizones llameantes que aplicó a las heridas abiertas en los cuellos de la bestia para que así no salieran más cabezas. Al final quedó la cabeza de oro que con un espadazo cortó e inmediatamente la enterró bajo una inmensa roca para impedirle retoñar.

El jabalí de Erimanto
Tercer trabajo de Hércules. Debía apresar pero sin matar al jabalí de Erimanto.
Cuando iba en busca de éste se le apareció Atenea que le dio una cadena. Cuando vió al jabalí refocilándose en un charco de agua, le lanzó un grito de desafío y echó a correr como si tuviera miedo del animal monte arriba hasta fatigar al jabalí. Aprovechando el desconcierto del animal saltó sobre su lomo, logró trabar sus patas y su hocico con la cadena que le dio Atenea y lo cargó sobre su espalda. Al llevárselo a Euristeo, éste se metió corriendo en una tinaja cagado de miedo y le dijo que se lo llevara de allí.

La cierva de Cerínia
Cuarto trabajo de Hércules. Debía apresar a la cierva de Cerínia, extraño y hermoso animal, del tamaño de un buey, tenía los cuernos de oro y las pezuñas de bronce, estaba consagrada a Ártemis y nadie podía matarla, ni siquiera tocarla. La cierva de Cerínia era muy ágil y corría a una velociadad asombrosa.
Hércules estuvo persiguiéndola cerca de un año y una tarde en que la cierva, exhausta y sedienta, se detuvo a beber en el río, Hércules la hirió levemente con una flecha y entonces le resultó fácil capturarla.
Cuando la llevaba para enseñársela a Euristeo se le apareció Artemis y su hermano Apolo que lo acusaron de querer dar muerte al animal pero Hércules se disculpó endosándole la responsabilidad de aquel acto impío a Euristeo.
Euristeo, al ver a Hércules con la cierva cautiva se echó las manos a la cabeza.

Los establos de Augías
Quinto trabajo de Hércules. Debía limpiar los establos de Augías, rey de la Élide.
Augías pensó que Hércules estaba loco y le dijo que si los limpiaba en un día recibiría en recompensa la décima parte de los rebaños.
Hércules encauzó dos ríos que dirigió hacia los establos, en los que previamente hizo dos boquetes; uno en un costado por el que penetró el caudal y otro en el costado opuesto que sirvió de desagüe. En pocas horas las cuadras resplandecían como espejos.
Augías no cumplió lo pactado alegando que Hércules realizó la proeza por orden de Euristeo. Llevado a juicio, Fileo, su propio hijo declaró a favor de Hércules, pues había sido testigo del pacto. Augías enfurecido desterró de su reino a Fileo y a Hércules. Al poco tiempo, Hércules al mando de un ejército lo depuso y colocó en el trono a Fileo.

El toro de Creta
Sexto trabajo de Hércules. Debía de capturar el toro de Creta, un animal muy hermoso.
Hércules fue en busca del toro y, tras un breve forcejeo, lo agarró por los cuernos, se lo cargó en la espalda y se lo llevó vivo a Euristeo, el cual al ver al animal, corrió a meterse en la tinaja y le dijo a Hércules que se lo llevara de allí.

Las aves del lago Estínfalo
Séptimo trabajo de Hércules. Euristeo esta vez le mandó a Hércules liberar la ciudad de Estínfalo de las aves que se guarecen en un bosque cercano al lago. Son una multitud de aves terribles, con picos, garras y plumas de bronce, que devoran las cosechas e incluso a las personas.
Cuando Hércules llegó a Estínfalo sin muchas ilusiones de poder llevar a término su trabajo se le apareció Atenea que le entregó unas grandes castañuelas de bronce.
Hércules subió a una colina y tocó las castañuelas con lo cual las aves se fueron de allí.
Cuando regresó a Micenas para darle cuenta a Euristeo del cumplimiento de su misión vio que algunas aves de Estínfalo sobrevolaban el palacio de Euristeo, el cual, horrorizado estaba escondido en la tinaja, diciendo: - Decidle a ese insensato que se lleve de aquí a esos malditos pájaros.
Y, como Hercules aún no había devuelto las castañulas a Atenea, las tocó y los pájaros se marcharon.

Las yeguas de Diomedes
Octavo trabajo de Hércules. Esta vez Euristeo ordenó a Hércules que le llevara las cuatro yeguas de Diomedes que comían carne humana. Hércules consiguió arrebatárselas a Diomedes, que furioso fue con su ejército a matar a Hércules pero Hércules lo mató a el y su ejercito huyó.
Cuando le enseñó las yeguas a Euristeo, éste se metió en su tinaja y le dio orden de que las soltara.
Se dice que las yeguas murieron en el monte olimpo devoradas pro las fieras y las alimañas.

El cinturón de Hipólita
Noveno trabajo de Hércules. Debía conseguir el cinturón de Hipólita por lo que fue a Temiscira, el país de las Amazonas. Cuando llegó, Hipólita le dio la bienvenida y lo invitó a pasar unos días ya que lo admiraba.
Hera, que estaba furiosa hizo correr la voz de que Hércules había raptado a Hipólita pero al final todo se aclaró e Hipólita entregó el cinturón a Hércules y éste se lo dio a Euristeo.

Los bueyes de Gerión
Décimo trabajo de Hércules. Esta vez debía buscar al gigante Gerión, darle muerte y robarle sus ganados. Gerión era un gigante de 3 cuerpos unidos por el vientre. Tenía al cuidado de su gran rebaño a un perro de dos cabezas hermano del Can Cerbero, el guardián de los infiernos. Cuando llegó le salió al encuentro el perro de 2 cabezas al que Hércules abatió a mazazos. Después salió el gigante Gerión al que Hércules abatió con certeros flechazos.
Hércules emprendió el camino de regreso llevando consigo los rebaños de Gerión. El camino fue fatigoso y perdió algunos bueyes.

Las manzanas de oro
Undécimo trabajo de Hércules. Euricles le ordenó a Hércules que robara las mazanas de oro del Jardín de las Hespérides. Estas manzanas pertenecían a Hera y estaban custodiadas por un dragón de 3 cabezas. Hercules tras superar varios peligros consiguió llegar al jardín, matar al dragón y llevarse las manzanas.
Al entregárselas a Euristeo le dijo que provocaría la cólera de los dioses por lo que Euristeo las rechazó. Hércules se las entregó a Atenea y ella las volvió a poner donde estaban.

El Can Cerbero
Duodécimo y último trabajo de Hércules. Esta vez y para quitárselo definitivamente de encima le ordenó que le trajera al Can Cerbero que custodiaba las puertas del infierno.
El Can Cerbero era un perro monstruoso de tres cabezas y cola de serpiente.
Hércules lo venció con sus propias manos y se lo llevó vivo ante Euristeo.
Cuando Euristeo lo vio llegar se metió corriendo en su tinaja y le dio la libertad a Hércules, el cual, volvió a poner al Can Cerbero en la puerta del infierno, el lugar que le correspondía.

lunes, 27 de octubre de 2008

¿Qué es este Laberinto? "El Inconsciente"

EL LABERINTO
El significado cultural y la interpretación del laberinto como símbolo es muy rico. En la prehistoria los laberintos dibujados en el piso servían quizá como trampas para los espíritus malévolos o más probablemente como rutas definidas (coreografías) para danzas rituales. En varias culturas el laberinto también es asociado a ritos de iniciación que implican la superación de alguna prueba.
Como símbolo del Camino es lo que obliga al hombre a moverse, lo que le arranca del estatismo, es un símbolo de Iniciación. Todas las civilizaciones que pretendían hacer crecer al hombre, lo obligaban a dar ese primer paso, a transitar un Camino, un laberinto, a vencer una serie de pruebas.
Para algunos era una trampa para engañar al diablo, para otros el recorrido de una prueba iniciática. Los arquitectos medievales utilizaron la figura del laberinto como una sustitución simbólica de la peregrinación a Tierra Santa. Pero también se puede interpretar como el aprendizaje del neófito respecto a la manera de entrar en los territorios de la muerte. También se asocia el laberinto a la búsqueda del Santo Grial. En el antiguo Egipto, el laberinto era el camino sinuoso que tomaban los muertos en su viaje de la muerte a la resurrección, guiados por Isis.
Los laberintos son un potente símbolo en muchas culturas y existen desde hace miles de años. Cuando Teseo mató al Minotauro derrotó a la bestia en el corazón de la oscuridad y creó un mito que sigue vibrando y desarrollándose. Los mosaicos romanos representaron a menudo laberintos como ciudades fortificadas, mientras que en la Europa medieval simbolizaron el camino verdadero a la salvación cristiana. Se han utilizado como caminos ceremoniales, amuletos protectores, trampas para espíritus malignos y para juegos y bailes. Los laberintos han estado ejercitando nuestros pies y entreteniendo nuestras mentes durante cientos de años y se han convertido en un símbolo de la confusión.
Hoy los laberintos son más populares que nunca. Sus imágenes se utilizan en juegos, películas y publicidad y, durante los últimos treinta años, se han construido centenares de nuevos laberintos para entretener a los visitantes. Durante este tiempo también ha habido un notable resurgimiento del interés en el uso espiritual y artístico de laberintos. Recientemente Internet ha tenido mucha influencia como acicate de este renacer de los laberintos y, por supuesto, la web se considera a menudo como un intrincado laberinto de enlaces que enredan al desprevenido.

EL LABERINTO Y LA MISTICA
Una de las explicaciones de la utilización de este símbolo es la existencia del llamado laberinto de Salomón, que es una figura cabalística que se encuentra al principio de ciertos manuscritos alquímicos y que forma parte de las tradiciones mágicas atribuidas al nombre de Salomón. Es una serie de círculos concéntricos, interrumpidos en ciertos puntos, de manera que forman un trayecto chocante e intrincado. La imagen del laberinto se nos presenta, pues, como emblema del trabajo entero de la obra, con sus dos mayores dificultades: la del camino que hay que seguir para llegar al centro y la del otro camino que debe enfilar el artista para salir de aquél. Aquí es donde necesita el hilo de Ariadna(1) si no quiere extraviarse en los meandros de la obra y verse incapaz de encontrar la salida. Ariadna, la araña mística, escapada de Amiens, sólo dejó sobre el pavimento del coro la huella de su tela…
Recordemos, de paso, que el más célebre de los laberintos antiguos, el de Cnosos, en Creta, era llamado Absolum. Y observemos que este término se parece mucho a “absoluto”, que es el nombre con que los alquimistas antiguos designaban la piedra filosofal.
De esta manera, podemos considerar al laberinto como camino o vía del Conocimiento o Iniciación en los Misterios, con las pruebas que el alma debe afrontar y salvar en su reforma psicológica. “Entrar en el Laberinto” supone un conocimiento previo de cual es la “puerta” que permite su encuentro; es decir se entra en el Laberinto una vez se ha divisado, cual es el camino o vía hacia el conocimiento, la Tradición misma, con sus símbolos, ritos y mitos.
El Laberinto se traza entonces, después de la entrada en el Templo (lugar de la pila bautismal) y antes del acceso al altar; en el centro, mas o menos, de la Nave, ya que el altar simboliza el centro o punto dónde las influencias espirituales “descienden”: donde se materializa el espíritu espiritualizando la materia. De esta forma la idea de Orientación es básica para comprender el simbolismo del Laberinto, que se sitúa entre el bautismo de agua (baptisterio) y el bautismo de fuego (altar) y que corresponde, en la obra alquímica, al Blanco. Igualmente, en el Árbol Sefirótico cabalístico, el Laberinto correspondería al Mundo de Yetsirah, entre Yesod [el Fundamento, también la Luna] y Thiferet [el Amor, también el Sol]. Asimismo en el Adán Primordial [Adam Kadmon] el Laberinto se sitúa en la zona del vientre.
El Hilo de Ariadna es el que permitió a Teseo cumplir su misión. ¿Acaso nuestra alma no es la araña que teje nuestro propio cuerpo? Es el Hiram masónico, el divino Aries el arquitecto del Templo de Salomón.

EL INCONSCIENTE
Todo lo que esta fuera de nuestra conciencia se refleja en nuestro cuerpo. El cuerpo es la ventana o el espejo de nuestro inconsciente. Ahí esta grabado celularmente toda nuestra historia emocional, sentimental, psíquica, y espiritual. En nuestro cuerpo esta la llave al sótano de nuestro ser a lo que esta abajo, lo que no se ve.
En metáfora el inconsciente es cómo una sombra que existe, esta ahí y que ignoramos, ni la vemos, ni la escuchamos. La sombra como la llamo Jung es el sótano donde botamos todo lo que ofende a nuestro Ego. Todo lo que desterramos de la conciencia ve a parar al inconsciente, al sótano, a la sombra de nuestro ser. En el sótano se encuentran los arquetipos que en forma automática e inconsciente toman las riendas de nuestro decir, hacer y sentir.

ENTRE JUNG Y FREUD
Existen profundas diferencias entre la teoría de Jung y la de Freud. En primer lugar se encuentra el concepto mismo de inconsciente. Para Freud, este es el sótano pestilente de la psique, de donde surgen contenidos despreciables, instintivos y obscuros que intentan desequilibrar a la razón y desintegrar nuestro yo, y debido a ello, deben ser reprimidos. La terapia de Freud tiene como objetivo, formar una alianza para hacer triunfar el yo racional sobre las fuerzas obscuras que lo atacan. La concepción del inconsciente por parte de Jung es totalmente diferente, para el suizo, el inconsciente es un manantial de donde surge la sabiduría, la fuerza y la frescura de la vida. El problema radica en que nuestro pequeño yo burgués, es incapaz de asimilar esos contenidos y huye de ellos, temeroso de no poder controlarlos.
El fin del psicoanálisis freudiano es la integración a la vida productiva, "ser capaz de amar y trabajar" en palabras del mismo Freud. La psicología analítica de Jung es mucho más ambiciosa, su objetivo es la individuación, que es el término que los terapeutas junguianos utilizan para referirse al fortalecimiento de la mente en su conjunto (y no solamente del yo) para el ejercicio gozoso y pleno de la vida, pero también, la aceptación de la inevitabilidad de la muerte y su significado. "Uno debe vivir como si su vida durase mil años, -- decía Jung-- y literalmente morirse de vida". En este sentido, la psicología analítica de Jung mantiene marcados vínculos con el budismo, no es casualidad que gran parte de los proceso de individuación usen el mandala como vía de exploración psíquica.
Existen muchos arquetipos, entre los más importantes se encuentran el arquetipo de la madre, el de la vida, el de ego, el de sí-mismo, de la sombra, el de la muerte y el de personae. "Personae, eran las máscaras que se colocaban los actores en las obras de teatro de la Grecia y Roma clásicas". Jung, con este término, se refiere a la máscara o "pose" que todos nos colocamos al interactuar con las personas que nos rodean y que incluye la apariencia personal y los objetos con los que nos rodeamos.
La mayoría de las personae son usadas porque otorgan estatus o prestigio social al que las porta. El peligro radica en confundir la máscara con el verdadero yo, entonces nos volvemos una caricatura de nosotros mismo al dedicar gran parte de nuestra libido a sustentar la apariencia. En esos casos, el si-mismo no tiene oportunidad de iniciar el proceso de individuación. No es malo tener personae, siempre y cuando se amolden a nuestro desarrollo y no a la inversa. Un activista ambiental o un conferencista poseen personae correctas que los ayudan a relacionarse satisfactoriamente con los demás.

martes, 9 de septiembre de 2008

El Mito de La Caverna - Platón

Imaginemos una caverna bajo tierra , en la que los espectadores están sentados de espalda a la entrada y de cara a la pared. Estos espectadores están cautivos, atados con cadenas, de manera que sólo pueden mirar hacia la pared del fondo. De la caverna sale un camino en pendiente, áspero, hacia el exterior.
Para los espectadores es como si no existiera la luz natural, de ahí la necesidad de un fuego bien dispuesto. Hay una tapia entre el fuego y los espectadores, y entre ella y el fuego desfilan hombres portando objetos. Estos objetos proyectan sombra en la pared de la cueva, y esas sombras son lo único que ven los espectadores. Además la pared-pantalla tiene eco, y por eso para los cautivos parecen venir de ellas las palabras que pronuncian los hombres que pasan detrás de la tapia.

Un Platón de nuestro siglo hubiera supuesto un micrófono y un altavoz. Queda claro que las sensaciones son totalmente indirectas. Los prisioneros sólo ven sombras producidas no por el medio natural de la luz del sol sino por algo que es remedo, el fuego (sombra del sol), y no oyen la voz humana, sino el eco (sombra de la voz).

Viven entre sombras de sombras.

Es así como se nos hace del todo patente los miserable de su condición. No tienen conciencia ni de sí mismos ni de cuanto les rodea, y como están atados no pueden ver ni concebir otra realidad distinta, ni que exista otra vida diferente de la ellos mismos llevan.

Platón afirma que los prisioneros de la morada subterránea son iguales a nosotros, por extraño que a primera vista pueda parecer. El estado físico de estos trogloditas es en lo espiritual el estado general de la Humanidad. Tenemos de nosotros mismos y de lo que nos rodea visiones deformadas por los prejuicios, pasiones, modas y distorsiones de toda índole que nos mantienen encorvados y fija la mirada en una sola dirección: los intereses de los amos de la caverna.

Mito de la Caverna - Liberación

Nos propone Platón que desatemos a uno de los prisioneros. Debido al tiempo que lleva en esa posición, tendrá los músculos entumecidos y le costará ponerse en pie y caminar, pero aunque resulte difícil, le obligaremos a subir por el sendero que conduce al exterior.
Al acercarse a la boca de la caverna, quedará deslumbrado por la claridad solar, le dolerán los ojos, creerá haberse vuelto loco y querrá volver a la tranquilidad de la caverna donde todo era conocido. Para acostumbrarse deberá empezar a observar de noche, con la luz de las estrellas y la luna. Luego podrá ver de día las imágenes reflejadas en las aguas y las sombras; más tarde verá los árboles, los pájaros, las fuentes, podrá mirar las cosas en sí, y finalmente será capaz de ver el sol, y de darse cuenta de que gracias a él existe todo y que es la causa de la vida.

Mito de la Caverna - Simbolismo

Mares de tinta se han vertido sobre la interpretación del Mito de la Caverna, y como todo mito, tiene diferentes claves, unas más visibles y otras más profundas. Vamos a relacionar la caverna con la línea de conocimiento de Platón. Con esto pasamos ya del sentido literal a su sentido alegórico, simbólico, prolija y expresamente declarado por Platón mismo.
La caverna corresponde al primer segmento, representando el mundo visible, sensible. El primer subsegmento es el de las imágenes proyectadas, las cosas que no hemos experimentado, las que nos han dicho, nos han contado: la conjetura.
El segundo corresponde a los objetos mismos, a los hombres que manejan estos objetos y engañan (los amos de la caverna). Representa la opinión, peligrosa, pues no es aún sabiduría, no es realidad. La caverna entera representa la ignorancia y la oscuridad.El segundo segmento es el mundo exterior al que llega el prisionero que puede evadirse del antro, y representa el mundo de los objetos inteligibles, el verdadero saber, la Sabiduría.
Los reflejos y sombras que el fugitivo se ve obligado a contemplar en los primeros momentos son las cosas que se pueden razonar y discutir. Los objetos reales que podrá mirar al habituarse a la luz son las Ideas. Y la visión que al final sea capaz de tener del sol cara a cara será la visión inteligible de la Idea del Bien (la máxima concepción platónica que une todos los aspectos de la virtud, lo bueno, lo bello, lo justo, lo verdadero).
El Bien es la causa por lo que todo es. Es el aspecto más luminoso del Ser. Como el Sol que es el que da la vida a nuestra Tierra, el Bien da vida a las ideas. Intelección Mundo Inteligible Sabiduría Pensamiento discursivo Opinión, fe Mundo sensible Ignorancia Conjetura En el mito, además, los hombres de la cueva acaban por sentirse hasta cierto punto contentos con su suerte.
Con su fina percepción de la naturaleza humana, no los representa Platón gimiendo y llorando, sino consagrados concienzudamente a una singular actividad, la única a su alcance: identificar con toda exactitud las sombras que desfilan y su orden de sucesión, a fin de poder predecir cuándo volverán a pasar éstas o aquellas.
De esta actividad hacen un certamen regular y lo toman con tanto ardor, dice Platón, que se otorgan entre ellos premios, recompensas, honores, adjudicados a los más hábiles en este arte de identificación y predicción. La caverna entera funciona como un maquinaria manejada por sus amos, que se aprovechan de los deseos necesarios e innecesarios de los esclavos, conocen sus gustos, pasiones, debilidades y se aprovechan de ellos en beneficio propio.

Mito de la Caverna - el Político platónico

No puede concebirse un miseria mayor que la de estos infelices, y no tanto por su tortura física, sino por su total ignorancia intelectual y moral. Cuando alguno de los presos rescatado del antro, que ha salido al exterior, se acuerda de sus antiguos compañeros de cautiverio y su lamentable estado, es posible que decida volver. No porque le guste regresar a la oscuridad de la caverna, sino por solidaridad con sus compañeros, para contarles lo que ha visto.
La mayoría de las veces, como llega cegado por la luz del sol, no ve las sombras y tropieza. Por eso, los cautivos se mofan de él y le dicen que se ha vuelto loco al salir de la caverna. Peor aun, si trata de hacerles ver lo lamentable de su situación, el resultado será que se enfurezcan contra él y que, si pudieran, le matasen. Palabras terribles que se han comprobado muchas veces en la Historia. Véase el caso del mismo Sócrates, la quema de Miguel Servet, Giordano Bruno y tantos otros.
Esta es la explicación de por qué siempre, en todo lugar, hay una inquisición, cazadores de librepensadores que odian la libertad de pensamiento y el estudio comparado y queman en persona o en efigie, con propaganda destructiva y acusadora, a cuanto grupo, hombre o mujer, les impida seguir con su juego de proyectar y con su manejo de la caverna.
El prisionero que asciende, sale de la cueva y contempla el mundo real, representa la ascensión del alma al mundo de las Ideas, el sendero del filósofo. Y cuando vuelve se convierte en el verdadero político platónico, que reúne todas las virtudes morales desde la honradez a la justicia, del saber al saber hacer. Es el que, una vez conocido todo lo que es, vuelve a contar sus nuevas experiencias al aire y al sol y en la libertad, para ayudar al la liberación de las cadenas y así poder ascender al mundo inteligible.

Mito de la Caverna - La Luz

En esta meditación sobre la condición humana hay una gran enseñanza. Así como a los cautivos no hay que darles la vista que ya tienen, sino hacerles volver sus ojos de las tinieblas a la luz, otro tanto habrá que hacer con su alma, ya que en ella existe la facultad de aprender y lo único que hace falta es orientarla en la dirección correcta.
Y así como los forzados de la caverna no pueden ver la luz natural, tan lejana a ellos, con sólo volver la cabeza, sino que han de hacerlo con todo el cuerpo, subiendo completamente el sendero, así también hay que proceder con el ojo del alma; se trata de la educación de todas las potencias del alma, y no sólo de su potencia intelectual; es una operación que implica una vivencia, (lo que pienso, lo que hago y lo que siento: mente, corazón y acción).
La educación, por consiguiente, resulta ser el arte de la conversión del alma (de toda ella), para acercarla a la contemplación del ser y de la luz. La importancia de los mitos en diálogos de tanto calado filosóficos como La República está en su honda poesía, en su belleza literaria, y en la guía que estos relatos nos dan para orientar nuestro entendimiento de la vida.

Los mitos son ventanas luminosas que perduran en la memoria de todo lector de Platón.

viernes, 1 de agosto de 2008

HÉRCULES: MATANDO A CERBERO, GUARDIÁN DE HADES. EL MITO

"La luz de la vida debe ahora resplandecer dentro de un mundo de oscuridad” declaró el Gran Presidente. El Maestro comprendió.
“El hijo del hombre que es también el hijo de Dios debe pasar a través del décimo Portal", dijo. "En esta misma hora Hércules se arriesgará".
Cuando Hércules estuvo frente a frente con el que era su guía, éste habló:
"Mil peligros has desafiado, ¡Oh, Hércules!", dijo el Maestro, "y mucho se la logrado. La sabiduría y la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía, una víctima de enorme y persistente sufrimiento?”
El Maestro tocó suavemente la frente a Hércules. Ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre una roca, y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban, amarradas a anillos de hierro. Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada víctima; por consiguiente, un escurridizo chorro de sangre manaba de su costado. El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda; pero sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el viento. La visión desapareció. Hércules permanecía, como antes, al lado de su guía.
"El encadenado que has visto se llama Prometeo” dijo el Maestro. “Por años ha sufrido así y sin embargo no puede morir, pues es inmortal. Él robó el fuego del cielo; por esto ha sido castigado. El lugar de su morada es conocido como Infierno, el dominio de Hades. Se te pide, ¡Oh Hércules! ser el salvador de Prometeo. Baja a las profundidades y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento".
Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre que era también un hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda, y pasó a través del décimo Portal.
Hacia abajo, siempre hacia abajo, viajó dentro de los apretados mundos de la forma. La atmósfera se hacía sofocante, la oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo su voluntad era firme. El empinado descenso continuó durante mucho tiempo. Solo, pero no completamente a solas, erró allí, pues cuando buscó dentro, oyó la voz plateada de la diosa de la sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes.
Finalmente llegó a ese oscuro, envenenado río llamado Estigia, un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un óbolo o centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas a la otra orilla. El sombrío visitante de la tierra asustó a Caronte, quien olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.
Hércules había entrado por fin al Hades, una oscura y brumosa región donde las sombras, o mejor dicho, los cascarones de los muertos, se deslizaban por ahí.
Cuando Hércules percibió a la Medusa, su cabello entrelazado con serpientes silbantes, tomó su espada y se la arrojó, pero no hirió nada salvo al aire vacío.
A través de senderos laberínticos siguió su camino hasta que llegó a la sala del rey que gobernaba el mundo subterráneo, el Hades. Este, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado tiesamente en su negro trono de azabache, mientras Hércules se aproximaba.
“¿Qué buscas tú, un mortal viviente, en mis dominios?”, preguntó Hades. Hércules dijo: "Busco liberar a Prometeo".
"El camino está vigilado por el monstruo Cerbero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene serpientes enroscadas a su alrededor”, replicó Hades. "Si tú puedes vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que nadie aún ha realizado, puedes desatar al sufriente Prometeo".
Satisfecho con esta respuesta, Hércules prosiguió. Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido. Gruñendo, saltó sobre Hércules. Agarrando primero la garganta de Cerbero, Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Poseído hasta la furia frenética, el monstruo se sacudió. Finalmente, al apaciguarse su fuerza, Hércules lo dominó.
Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces, Hércules rompió rápidamente sus cadenas, y liberó a la víctima. Desandando sus pasos, Hércules regresó como había venido. Cuando alcanzó una vez más el mundo de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro.
"La luz brilla ahora dentro del mundo de oscuridad”, dijo el Maestro. "El trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío". Hijo de Equidna y Tifón, Cerbero era el guardián del reino de los muertos. Homero le llama "el terrible perro del Hades" y la descripción mas frecuente que se hace de él, es que poseía tres cabezas, una cola de serpiente y en su lomo, fieramente erguidas, muchas cabezas de serpiente”.

miércoles, 30 de julio de 2008

GANESHA, EL ELEFANTE SAGRADO

Considerado como un dios, el elefante es un animal sagrado y venerado desde hace más de 5.000 años. En el nacimiento del mundo, Brahma - dios creador en la religión hindú - creó a Airavata, antepasado de los elefantes y el primero en salir de la concha fundadora del dios. Sus poderosas piernas serán los cuatro pilares que sustentarán el peso del universo. Más tarde, la montura de Indra, divinidad hindú que preside el rayo y la guerra, estará representada por un elefante. En la mitología hindú, la cabeza de elefante del dios Ganesha es el resultado de una espantosa tragedia. Hace mucho tiempo, la diosa Parvati, esposa de Shiva, dio a luz a Skanda, su primer hijo. Fue tal su alegría, que de sus senos empezó a manar leche sagrada. Con la mezcla de ese néctar divino y la pasta de sándalo con la que se untaba el cuerpo, la diosa modeló a su segundo hijo, Ganesha, a quien confió la protección de su palacio. Lleno de celo, Ganesha impidió al mismo Shiva que accediera a la morada de su esposa. Presa de una cólera terrible, Shiva cortó allí mismo la cabeza del joven testarudo. Parvati, desesperada por este acto de barbarie, amenazó con destruir todo el universo. Para apaciguar el rencor de su esposa, Shiva le prometió que cortaría la cabeza de la primera criatura que pasara cerca del palacio y la colocaría en el cuerpo del divino niño. Esa primera criatura fue un elefante que paseaba por el lugar y así es como terminó con una cabeza de elefante encima de un cuerpo de niño.

miércoles, 23 de julio de 2008

LA CASA DE ASTERIÓN

Jorge Luis Borges
Y la reina dio a luz un hijo
que se llamó Asterión
Apolodoro: Biblioteca, III, I.
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras desconocidas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre, no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos, el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: «Ahora volvemos a la encrucijada anterior» o «Ahora desembocamos en otro patio» o «Bien decía yo que te gustaría la canaleta» o «Ahora verás una cisterna que se llenó de arena» o «Ya verás cómo el sótano se bifurca». A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar.

No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran a la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangrente las manos. Donde cayeron quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo-. El Minotauro apenas se defendió.